¿Por qué no podemos festejar el incremento de las remesas?
Dr. Silvino Vergara Nava
“La emigración desde los países pobres a
los países ricos está abocada a acelerarse.
En un futuro predecible, la inmigración internacional
no alcanzará el equilibrio: hemos asistido a los
comienzos de un desequilibrio de proporciones épicas”.
Zygmunt Bauman
En los últimos días del año 2019, el gobierno federal anunció que las remesas habían sobrepasado considerablemente los ingresos que corresponden al sector petrolero; el cual, históricamente, era el ingreso más importante de México. Es más, se puede sostener que la diferencia entre las economías de los países de América Latina fueron los ingresos petroleros. Atendiendo a este sector, México se encontraba más desarrollado en infraestructura y en el propio comercio; prueba de ello es que las ciudades y poblaciones en donde se concentraban los trabajadores dedicados a esa rama de la industria petrolera se habían desarrollado más, concentraban una gran cantidad de población y, desde luego, dispersaba su riqueza a otros lugares cercanos. Por ello es que se ha considerado que los ingresos petroleros en las últimas décadas han sido la tabla de salvación de la economía mexicana. Basta con recordar los tiempos del presidente Vicente Fox, cuando el precio del barril del petróleo se incrementó considerablemente, atendiendo a los lamentables sucesos de los actos terroristas en las Torres gemelas.
La realidad actual es totalmente distinta. Si estas noticias que sostienen que los ingresos por la industria del petróleo se encuentra en segundo lugar, es verdaderamente preocupante; más incluso, que los ingresos de mayor representación para el país ya no sean gracias a la industria propia o al sector económico del propio país (que bien pudiera ser otro tipo de actividad, como es el caso del turismo o la exportación de algunos productos), sino que sean las remesas. De ser así, México tiene una dependencia enorme —aún más— de los quehaceres de los mexicanos en el extranjero y, como consecuencia de lo que suceda o deje de suceder en las economías de otros países (como Estados Unidos de América y Canadá principalmente), la dependencia se acrecienta más. Si bien es cierto que, con el fenómeno de la globalización, todo tiende a elevar los niveles de dependencia entre empresas, personas y naciones, es de vital importancia que no se tenga una dependencia tan alta, como es el caso de los ingresos de las remesas.
Desafortunadamente, si han aumentado los ingresos de las remesas, se debe a que se ha incrementado la salida de mexicanos del país, que no son los mismos que en las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado salían, es decir, ciudadanos mexicanos que se encontraban en las zonas rurales más desamparadas por el gobierno y en donde las oportunidades eran nulas tanto de crecimiento como de desarrollo; sino que la expulsión que se está llevando a cabo en nuestro país, en los últimos años, también se está dando en las clases medias e, incluso, altas. Permanentemente, están saliendo del país, profesionales, investigadores, profesores, etc., que, por falta de empleos, por los problemas de inseguridad pública (que parecen incontrolables), la falta de oportunidades en el país, de ese capitalismo devorador que nos esta carcomiendo a todos —en parte, por el tratado de libre comercio, en parte, por la falta de políticas públicas del Estado—, no ven ninguna oportunidad de desarrollo en México. Y la mejor forma de evaluarlo es ese incremento permanente de las remesas.
Y es que la problemática no es cualquier cosa. El Estado tiene obligaciones ante sus nacionales y una de ellas es la de respetar y garantizar los derechos de todas las personas, entre los que se encuentra el derecho a la autonomía, la cual consiste en que cada persona cuenta con la libertad de planear su futuro libremente. Ahora bien, para que cada quien pueda planear ese futuro propio, es necesario que el Estado cumpla con esas obligaciones de respetar y tutelar ese derecho a la autonomía de las personas, es decir, debe implementar las políticas públicas necesarias para estimular las actividades laborales, artesanales, agrícolas, empresariales, culturales, profesionales, educativas, etc. Por lo tanto, si el Estado no implementa esas políticas, lejos estamos de la posibilidad de que se cumpla con ese derecho de autonomía y, en consecuencia, se incrementan las remesas permanentemente. Podríamos sostener esta fórmula: “A mayor tutela al derecho a la autonomía, menos remesas”. Por su parte: “A menor tutela al derecho a la autonomía, más remesas”. Por esta fórmula, no podemos festejar el aumento de las remesas.