viernes 18 abril 2025
Slider
Martha Bárcena, embajadora eminente

imagen pluma firmas

AGUSTÍN GUTIÉRREZ CANET

Ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador confirió a mi esposa Martha Bárcena Coqui la distinción vitalicia de embajadora eminente, al concluir en los próximos meses su gestión como representante ante Estados Unidos e iniciar su retiro después de 43 años como diplomática de carrera.

“Agradezco al Presidente sus generosas palabras hacia mi persona y su reconocimiento a mi labor profesional desarrollada con vocación, lealtad y devoción a México y a su gobierno”, dijo Martha.

En efecto, han pasado 43 años desde el inicio allá en el Instituto Matías Romero, en la antigua sede de Peralvillo, hasta la culminación aquí en Washington en la Embajada de México, cerca de la Casa Blanca.

Para los que la conocen de tantos años, Martha sigue igual que antes: encantadora, amable, culta, inteligente, honesta, disciplinada, con una memoria prodigiosa (“memoria temeraria”, así la llama su jefa de Oficina, Alejandra Martínez) y hasta se sigue peinando de chongo como cuando practicaba el ballet.

Solo que ahora es más experimentada. La experiencia de tantos años de bregar, negociar, enseñar, leer y escribir, en constante aprendizaje, la convirtió en una de las mejores embajadoras de México.

Toda una vida de esfuerzo, disciplina, trabajo, dificultades y satisfacciones que compartimos en Tlatelolco, Roma, Madrid, Hong Kong y Dublín, cuando la entonces misógina Secretaría de Relaciones Exteriores, no permitió que Martha ejerciera sus legítimas funciones diplomáticas como pareja, pero siguió con una licencia y aprovechó el valioso tiempo en educar a nuestras hijas Mercedes y Martha, estudiar una maestría y aprender otros idiomas.

Llegaron vientos de cambio y Martha fue finalmente ascendida al rango de embajadora y nombrada titular en Dinamarca y luego en Turquía, siendo el primer matrimonio del Servicio Exterior Mexicano en ocupar cada quien una embajada simultáneamente. Luego siguió otra vez Roma en la misión ante la FAO y ahora en la capital de Estados Unidos.

Al inicios de los ochenta, Martha se formó bajo la tutela de distinguidos diplomáticos mexicanos, en una época de oro de la diplomacia activa, como Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, Alfonso García Robles, Porfirio Muñoz Ledo, Sergio González Gálvez, Andrés Rozental Gutman, Víctor Flores Olea, Miguel Marín Bosch y Antonio González de León.

Pero de todos ellos, González de León y Muñoz Ledo fueron, quizás, sus principales mentores. Del primero aprendió su compromiso en la defensa de los derechos humanos; del segundo, dice de broma, obtuvo un doctorado en política mexicana.

En estos días han sido abrumadoras las muestras de afecto hacia Martha provenientes de colegas, colaboradores, académicos, funcionarios de México y Estados Unidos, y la más importante: de los mexicanos que vieron en ella su total compromiso en la defensa de la comunidad mexicana en Estados Unidos.

La connacional Roberta Rubio lamentó el retiro de la embajadora:

“Hoy me he enterado que renuncia a la SRE, por favor no lo haga… no podemos dejar solos a nuestros paisanos. México de verdad necesita que se reestructure la figura de protección a mexicanos en el extranjero, yo trabajé en la SRE y sé de lo que hablo, por favor no deje solos a los ya desamparados”.

La jubilación de Martha está en el umbral de una etapa, pero no en el final de una carrera. La vida sigue y por lo pronto hay que disfrutarla con la familia.

gutierrez.canet@milenio.com
@AGutierrezCanet