Una segunda crisis de salud que padece José Luis Velásquez Báez, mi Maestro y el de muchísimos más, cambia el sentido de una nota que se realizaría para abordar algunas cuestiones circundantes en torno al papel que diferentes normas y autoridades educativas otorgan a la figura del Director de plantel, sin embargo y aún en vida, quiero dedicar estas líneas al recuerdo de comentarios y anécdotas que me compartiera generosamente cada 8 días en torno a una mesa de café, primero en la Hostería del Portal y después en el Hotel Royalty ubicados en los Portales (Morelos y Juárez) de una ciudad que siempre ponderó como una de las más bellas que hubiese conocido.
Ajeno al culto de la personalidad, se alejó de los reflectores y de los homenajes aún si las peticiones se formularan por mi conducto. Pendiente de los asuntos del país, de la educación, de la economía y la política externaba su desencanto por la crisis de valores que rodean a la clase política nacional incluidos quienes dirigen a la actual administración. Sobre la reforma educativa de la administración de Enrique Peña Nieto comentaba que ni era reforma ni era educativa y coincidía en externar con maestros y maestras que laboran en condiciones adversas, el carácter laboral y represivo de los nuevos ordenamientos mientras ponderaba la combatividad de Miguel Guerra Castillo, ex diputado local y compañero suyo en la legislatura. Me decía con toda claridad “Mire Gustavo, una reforma educativa que se precie de tal, debe iniciar por definir el tipo de nación que se quiere para que en función de un proyecto que aglutine a la mayoría de los mexicanos, se definan planes y programas de estudios, se reformen las escuelas normales para que quienes de ellas egresan respondan a los retos que les están planteando”. Crítico de la postura protagónica que destila Emilio Chuayffet Chemor, señalaba que ese señor represor ya debería irse a su casa por que de educación no sabe nada, que la actitud de Chuayffet subordinada a los intereses de Mexicanos Primero y de televisa causaba mucho daño a la educación y que hacía aparecer a maestras y maestros como flojos cuando en su gran mayoría laboran en condiciones precarias; que deberían nombrar al frente de la secretaría a un maestro mientras aludía a la figura de Torres Bodet y a la de otros grandes educadores. No cejaba en vincular economía, política y educación. Refrendaba que mientras que la generación de riqueza, su injusta distribución y el ejercicio del poder permanecieran en crisis, México no podría tener una educación diferente. Resaltaba que la educación era el reflejo de lo que sucede en la sociedad y no al contrario como pregonan los críticos del magisterios nacional.
Destacaba siempre que más que las herramientas, en clara alusión a las nuevas tecnologías de la información, importaba que maestros y maestras utilizaran -con libertad y con imaginación- los medios a su alcance para transmitir el conocimiento no importando que los materiales didácticos fuesen hojas de los árboles, chorcolatas, palitos de paleta, trozos de periódico, pues señalaba que importaba más la adquisición de un pensamiento crítico mediante el que el alumnado pudiese modificar su entorno. Reivindicaba la enseñanza práctica de los talleres abandonados por diversas autoridades educativas pues apuntaba que la mano era una extensión del cerebro y que de esa forma el alumnado nunca olvidaría lo aprendido. Insistía en recuperar la enseñanza de la Historia de México y de la Geografía, reinsertar en planes y programas de estudio de primaria, secundaria y de bachillerato asignaturas como la Lógica y la Ética. Fiel promotor de la lectura, abonaba por prácticas desechadas por las autoridades educativas, como la lectura en voz alta y en silencio, la formación de círculos de lectura. Maestro de banquillo al fin y al cabo, docente integrado a los añejos centros de capacitación del magisterio, insistía en señalar que la capacitación y la actualización del magisterio debería ser una parte nodal para el logro de una buena enseñanza. Mientras reconocía que la tecnología acercaba un caudal de información a los y las docentes, a niños y niñas, lamentaba la ausencia de muchos de ellos en las bibliotecas, tal vez en recuerdo de su labor como bibliotecario en el Instituto Normal del Estado de Puebla. Crítico acérrimo de Porfirio Díaz, admirador de la figura, la obra y la doctrina de José María Morelos y Pavón, seguidor de Juárez lo mismo que de los Hermanos Flores Magón, lamentaba que en Puebla y en Instituto Normal de Estado se ignorara la presencia Gilberto Bosques Saldívar como nativo (Chiautla de Tapia), estudiante y docente. Bosques, diplomático mexicano, recordaba, tuvo un papel “destacadísimo” al salvar a varios miles de judíos, de la persecución nazi en Francia, lugar en el que laboraba.
Lamentaba la pérdida de sus amigos y compañeros de escuela quienes habrían muerto en su mayoría, pero se reunía con Rodolfo los miércoles de cada semana. Recordaba con cariño a Máximo de Gante, su aparente seriedad y humor negro y a Gregorio de Gante su padre, renombrado poeta local célebre por sus “ocurrencias”. Aficionado al Futbol, deporte que practicara en sus años mozos, se sonreía del conflicto suscitado entre el piojo Herrera y los comentaristas abusivos insistiendo en que el pleito magnificado, era un reflejo de la crisis que vive la sociedad. Recuerda con cariño a amigos míos que fueron sus alumnos y muchos de los cientos de sus alumnos que cursaron algún nivel de estudios bajo su guía. Al amigo, al maestro José Luis Velásquez Báez, mi mas sincera gratitud por las enseñanzas, por su guía, por la charlas de café en las que componíamos el mundo y por su tiempo. En espera de una pronta recuperación le refrendo mi afecto.