“[…] somos capaces de reducir
un ser humanoa una cosa
o a una no persona”
Leonidas Donskisi
Todo lo dicho, en parte, es lo que ha provocado esa hiperprotección a muchos de los niños y niñas; aunque, desde luego, no hay que menospreciar el hecho de que también existe una gran problemática de los que son pobres, marginados, explotados, abusados; algo de lo que se habla mucho. Sin embargo, hay otro extremo, porque una gran cantidad de personas cuentan con el sentimiento de culpa; en particular, las madres que dejan a sus hijos porque trabajan o porque viven en mejores condiciones económicas que en su juventud, al grado tal que pareciera que se están formando como generaciones en bambinetos, es decir, como en aquellos sitios donde se ponen a los recién nacidos para suministrarles todas las comodidades posibles y que tengan el menor riesgo de sufrir algún accidente; no se les instruye en nada, desde luego por su edad y, por tanto, no corren ningún peligro.En los tiempos de hiperconsumo se ha provocado una sobre protección en muchas de las generaciones más jóvenes. Como lo ha sostenido Zygmunt Bauman, estas generaciones aún vivas en el planeta están en mejores condiciones de vida que las que vivieron hace cien o doscientos años (Bauman, Zygmunt, Comunidad, Madrid: Siglo XXI, 2008), en parte, por los adelantos científicos y tecnológicos y, también, por la mercantilización del mundo. Situación que ha significado esa protección excesiva a las generaciones más jóvenes. Estamos en mejores instalaciones habitacionales, educativas, hospitalarias, universitarias, etc., que hace cien años; también se ha provocado una alta estima a la protección a las niñas y niños, una mayor protección incluso jurídica. A causa de esto, es decir, bajo el principio de mayor protección a los niños y niñas, ha resultado muy sancionado en la historia reciente del mundo que los infantes trabajen en condiciones insalubres. Tales son los casos de las pelotas de futbol cosidas a mano por menores de edad en la India (Galeano, Eduardo, El cazador de historias, Buenos Aires: Siglo XXI, 2016) o bien, la elaboración de las pelotas de beisbol en algunos países del Caribe en las mismas condiciones, las cuales son manufacturadas por niños, ya que se requiere de la medida de su mano para su elaboración.
Ahora bien, en las políticas de las naciones ha perneado esas generaciones en bambinetos, pues ha sido el Estado social de derecho el que ha provocado una serie de suministros, a veces en exceso para su población (Estados de bienestar también llamados); suministros que se han fomentado a raíz del crecimiento del consumo en el mundo, de la mercantilización, de la producción en serie de mercancías y, sobre todo, de la necesidad de contar con electores a gusto. Esa postura en donde el mismo Estado debe proveer la de educación, los servicios de salud, la habitación, el empleo, hace que las personas se reduzcan a simples consumidores de un sistema y que, por esa calidad, justifiquen al propio sistema para que éste prevalezca. Por ello, no se requieren estudios muy sofisticados ni grandes esfuerzos, sino las personas sean operarias de una computadora, de un equipo, sin que reflexionen nunca sobre mejores técnicas en su trabajo, sobre su propia existencia o sobre la efectividad de sus derechos. Por ello, si hoy las personas se salen, digamos, de la partitura que les corresponde, se ven confundidas, afectadas y, sobre todo, espantadas. Por ello, en esas condiciones que, incluso, a veces son extremas, no tienen capacidad para reaccionar y, por tanto, requieren la ayuda exterior, es decir, de personas diferentes a ellas para decidir sobre sus comportamientos, tal cual los niños y niñas que se depositan en esos bambinetos.
Pareciera que, en ocasiones, el Estado, con sus ayudas sin retribución de quien recibe, apoyos y subsidios a fondos perdidos, becas sin exigencia alguna de quien las concede, estudios gratuitos que no requieren evaluaciones (o en los que los alumnos no pueden reprobar), han causado esa sociedad de la indiferencia al esfuerzo y, sobre todo, sin la capacidad suficiente para afrontar sus problemáticas; se están provocando personas totalmente dependientes del sistema y quienes, sin la asistencia de este, se vuelven huérfanos de su futuro. En pocas palabras, una generación en bambinetos impotente para tomar una decisión trascendental, pues nunca la han tomado, o cuando les sucede el caso son incapaces de decidir. Pareciera que el propio sistema está provocando que las generaciones más jóvenes sean así; políticamente, los jóvenes están controlados y serán simples consumidores de lo que hay, ya sea consumidores de estudios, de empleos, de servicios estatales; no objetarán nada, salvo cosas triviales, pero nada que trascienda; no pueden reflexionar porque nunca se les enseñó hacerlo. Por ello, asumen que la historia y el futuro ya están trazados y que no hay mucho por hacer al respecto; que son otros los que están encargados de las riendas del mundo, de la nación, del Estado, de la política en general. Verdaderamente, se están produciendo generaciones en bambinetos.