En la entrega anterior hablábamos de la soberbia del presidente, de ese apetito insaciable por la propia excelencia que no se puede ocultar. Que sale a escena en la función matutina desbordado, fustigando la realidad o manipulándola, porque, si la realidad no se ajusta a su fantasiosa forma de concebirla, como dijera el clásico, peor para la realidad.
Que si la OMS pide pruebas, pruebas y más pruebas para atajar la pandemia, él ordena que se hagan las menos, no importa que sea México el país de la OCDE que menos testea, porque el dueño del circo cree que para que las cosas se mantengan bajo control, nada mejor que ignorarlas. Que si los números en cuanto a los contagios están subestimados, poco importa, lo realmente importante es que no se aparten del modelo de contención que se ha elegido para mantenerlos a raya. Que los casos estimados son 30 veces más grandes de los reales, que ya no los mencione Gatell para que el amado y tonto pueblo los olvide. Que el número de fallecimientos por coronavirus es infinitamente mayor al anunciado, que importa, la orden es seguir manteniendo el control de las cifras, ya habrá tiempo de anunciar que la verdadera epidemia en el país no fue el Covid19 sino esas persistentes neumonías atípicas provocadas por trombosis que también fueron las responsables de tantos y tantos paros cardiacos, infartos renales o hepáticos, todos atípicos también.
Que si los gobernadores reclaman atención y recursos para atender la emergencia, no los oigan. Que si se atreven a invertir de sus recursos en pruebas que les permitan identificar y aislar a los contagiados, deténganlas en la aduana, que COFEPRIS las prohiba porque no hay nada peor para el domador que sentir que su látigo es desobedecido. Que si alarmados por la desatención de la federación se congregan los mandatarios estatales en torno a la propuesta de revisar el Convenio de Coordinación Fiscal, ese que se firmó en los 70’s y que concentró los recursos de los impuestos para que la federación se quedara con el 80% de lo recaudado, los estados con el 15 y los municipios con el 5. Si se atreven pues, aunque solo sea a cuestionarlo, entoncen verán al domador furioso, lanzar contra ellos amenazas y diatribas.
Que si los partidos de oposicion reclaman también inversión urgente para apoyar la salud y salvar la economía, lo rechaza porque como se atreven a pedir cosa semejante, si en ese momento para él lo urgente no es salvar vidas y empleos, sino liberar delincuentes. Que si le piden deje de invertir en sus proyectos faraónicos, les responde retador, que eso quisieran, que para él son los únicos proyectos que valen, que el trenecito, la terminal aerobusera y la refinería de ese petróleo que hoy no tiene precio, porque no vale ya nada, son más importantes que la existencia misma de los mexicanos.
Que si los periodistas y columnistas denuncian los atropellos y desvaríos del domador, tengan para que aprendan (frase consentida del dictador para vengarse de todo y de todos), ahí les van en la función mañanera toda clase de improperios, señalamientos y descalificaciones, porque no entiende que la función de los medios no es apoyar al poder, sino denunciar sus abusos y desviaciones, porque él los prefiere abyectos, postrados, serviles y obsequiosos y con desprecio y orgullo menciona los personajes a desdeñar y los ejemplos a seguir. Para el domador la libertad de expresión se ha convertido en un enemigo feroz, al que hay que someter a fuerza de latigazos, esperemos que no esté su mente calenturienta pensando en jaulas para contenerla o en desaparecer a la fiera.
Que si lo visitan los empresarios y le proponen un plan emergente para rescatar a las MiPyMes, él no lo acepta porque tiene otro mejor, que al presentarlo con bombo y platillo, resulta como el parto de los montes, los 25 millones de familias que se apoyarán no son mas que las mismas 22 que ya recibían sus migajas, sumados a los otros 3 millones de pequeños comercios que desde antes que detonara la crisis de salud, los servidores de la nación, esos adivinos a sueldo, ya habían identificado y enlistado, y que no son otros que los que apoyan servilmente a López Obrador. Que si desesperados los líderes empresariales buscan rescatar a las empresas, que son el motor de la economía del país y encuentran eco en el Banco Interamericano de Desarrollo para inyectar 12,000 millones de dólares, sí leyó Usted bien, la cantidad es DOCE veces mayor a la anunciada por el domador. Pues si lo anuncian así, el señor se llama a ofendido y en plena función les espeta que no le gustó el modito, porque quienes son ellos para enmendarle la plana a él que todo lo sabe y lo que no sabe lo inventa.
El último numerito de la función semanal es para espantar a cualquiera. Que si el Banco de México se niega a entregarle los excedentes, aludiendo imposibilidad legal y en cambio anuncia apoyo para el rescate económico, lo toma a ofensa personal, les dice que esa Institución es de los mexicanos y como en su real saber y entender México es suyo pues esa lana también. Que si las lo encuestas amenazan con perder el control de la Cámara de Diputados, el domador toma ventaja, manda iniciativa, que ya anunció su empleado Delgado será inmediatamente aprobada, por la que se pretende modificar la Ley de Presupuesto para que Hacienda pueda, sin mediar aprobación de la mayoría de los diputados, hacer con el presupuesto lo que al domador le venga en gana. Es decir, la Cámara de Diputados perderá su función esclusiva más importante, la de aprobación y modificación del Presupuesto.
Lo que el domador no sabe es que al verlo ahí, a media pista, con su irrisorio látigo haciendo malabares, maromas y machincuepas, se parece más al payaso que al domador. Un payaso que ya no hace reir, que nos da pena ver y más nos apena que lo vea el mundo. Porque sentimos que nuestro amado México no se merece este remedo de presidente.
Ana Teresa Aranda Orozco