¿Quién es Luis Costa Bonino?… uruguayo y Doctor en Ciencia Política y asesor de campaña de los expresidentes José Múgica
de Uruguay, Ollanta Humala de Perú, Francois Mitterrand y ahora de Emmanuel Macron de Francia, como de Xiomara Castro, virtual ganadora de la Presidencia de Honduras.
Y de Andrés Manuel López Obrador, durante
la campaña Presidencial de 2012, pero que
fue separado del equipo obradorista al filtrarse que “hizo el pase de charola” en una cena con empresarios.
Hecho que calificó de “una trampa para sacarlo de la campaña de AMLO”. Y cuyo “sabotaje lo atribuye a César Yáñez y Marcelo Ebrard”.
En amplia entrevista de Verónica Espinoza, periodista del semanario Proceso, con Luis Costa, éste define a López Obrador:
“Es un líder religioso antes que político, enemigo del pensamiento racional y afecto a los comportamientos místicos y maniqueos…
“Es un generador de polarizaciones que divide el universo político mexicano entre el bien y el mal; y coloca en la segunda opción a todo aquel que no comparte su discurso”.
Por su parte, Rosa Albina Garavito, socióloga, economista, fundadora del PRD, ex diputada y ex senadora, votó en 2018 por AMLO, apuntó:
“Veo un gobierno -encabeza López Obrador- con amenazas contra la institucionalidad democrática, el menoscabo al Estado laico, la creciente militarización del país y una vocación desde Palacio Nacional por restaurar el presidencialismo autoritario”.
El uruguayo Costa, continua siendo consultor de Morena, recientemente asesoró a Rosa Irene Urbina Castañeda, quien se convirtió en la primera mujer en ganar la presidencia municipal de Tapachula, Chiapas, expone que Andrés Manuel “siempre ha sido y sigue siendo un líder muy popular. Y su popularidad, en su aproximación particular a la política, es una cuestión de fe, no una evaluación de su tarea como presidente”.
Desmenuza esa popularidad (de 64%, según encuestas como las de Mitofsky a noviembre) en términos religiosos. Hay números inmensos: los 30 millones de votos que tuvo en 2018, la popularidad. Pero la naturaleza de esa popularidad tiene varias fuentes; ese 60% es practicante de AMLO, aunque no sea del todo creyente.
EN 2018 HUBO PACTO
INTRAÉLITE AMLO-PEÑA
Puntualiza que una explicación viene de un supuesto pacto con el PRI. “El elemento decisivo, complementario, que volcó definitivamente la elección a favor del presidente, fue que la poderosísima estructura del PRI se volcara masivamente a apoyar a López Obrador”.
“La hipótesis de un acuerdo intraélite AMLO-Peña Nieto, me parece inevitable para entender los resultados.
“Creo –dice- que la incomprensible campaña de José Antonio Meade, centrada en el tema corrupción, que insultó de manera permanente al PRI y a Peña Nieto, fue una variable de enorme peso para el resultado final.
“Gracias a este mismo “pacto intraélite con el PRI, Morena es de 2018 un partido de muy alta eficacia electoral. Morena es un partido abierto a todos y no hace preguntas.
“En Morena no existe una identidad propia. Hay un PRIANPRD dentro de Morena y otro PRIANPRD fuera de Morena, por lo que la identidad de Morena y la identidad ideológica de Andrés Manuel López Obrador debe encontrase por distancia y diferenciación de sus adversarios”.
Sostiene que López Obrador es exactamente el mismo como candidato que como presiente: “un líder social y, en muchos sentidos, un líder de índole religiosa, antes que un líder político”.
“Su pensamiento y su lógica de acción política no son racionales; son contenidos afectivos, impregnados de pensamiento místico. Y también maniqueo, que divide al universo político mexicano entre el bien y el mal”.
Hace una comparación entre AMLO y el presidente de Francia, Emmanuel Macron: Andrés Manuel es un modelo perfecto de quien maneja muy bien su acción política y su discurso en un plano emocional, de sentimientos, pero es totalmente incapaz de hacer desarrollos políticos racionalmente coherentes. Lo inverso (de Macron), que se maneja muy bien en el plano racional, pero que es totalmente incapaz de hacer desarrollos emocionales y sentimentales en su acción política y su discurso.
Respecto al comparativo con el expresidente de Uruguay, José Múgica, comenta que el uruguayo utilizaba las mismas técnicas de usar palabras de comediantes antiguos porque, primero, hacía que la descalificación no la hiciera él, sino algo popular; sería como si la descalificación de la oposición la hiciera el pueblo y no él. Y además llegaba con esas palabritas antiguas a un segmento enorme que era no solamente de ciudad y de campo, sino de distintas generaciones.
Y la semejanza con el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, cita que “hay una coincidencia absoluta porque en ese continuo democrático-autoritario estaban absolutamente cercanos ellos; son las vecinos de puerta. Ahí había una cercanía muy grande, y desde el principio siempre la hubo.
Coincidían en toda su visión de la política, un acercamiento emocional a la política, una división absoluta de la política entre gente intrínsecamente buena y gente intrínsecamente mala”.
Ambos compartían varias posturas, como la descalificación a un resultado electoral cuando éste les fue adverso. “Es decir, una idea muy antidemocrática que es: lo que no me conviene en términos de números, lo descalifico, pero descalificando a todo el sistema democrático, porque descalificar elecciones, descalifica a un sistema democrático por entero”.
Concluye Luis Costa Bonino: La prensa –mexicana- es el modelo de un debate racional y un espacio crítico, igualmente racional, al cual López Obrador “no puede darle espacio, porque amenaza su visión de la política, su pensamiento y su visión maniquea de México, de santos y criminales… Amenazaría la base de su poder”.
¿Cómo llegará Andrés Manuel al 2024?
Al tiempo.