Por: Humberto Aguilar Coronado
A unos cuantos días de que los mexicanos tengamos una crucial cita con las urnas en la elección más
grande e importante de la historia moderna de México, flotan en el ambiente nuevas incerdumbres
en torno a la conclusión de este proceso.
Para derrotar la época de la hegemonía de un solo pardo, en que el elemento incerdumbre, sustancial en las democracias liberales modernas – a saber, que ningún contendiente supiera, a ciencia cierta,
quién resultaría ganador en cada elección- no estaba presente en los intentos de la democracia mexica
na, y bastaba con ser candidato del pardo hegemónico para empezar a preparar planes de gobierno,
organizar equipos de trabajo y definir estrategias, la lucha mexicana de los úlmos años del siglo XX y
los primeros del XXI fue construir un modelo en el que la incerdumbre en el resultado fuera la calve
para evaluar la calidad del sistema.
La construcción instucional de la democracia mexicana se basó en el diseño de reglas, cada vez más
complejas –a veces absurdas- que limitaran la posibilidad de que el pardo en el poder, el grupo gober
nante, pudiera tener la seguridad de obtener el triunfo en el proceso electoral siguiente.
Tuvimos que regular el uso del dinero en los procesos electorales y definir reglas que impidieran el uso
de los presupuestos públicos para fines electorales; fue necesario regular y sancionar el uso de programas sociales para fines electorales; se construyó una enorme y eficiente instución que permiera la
ciudadanización de las autoridades electorales para construir escenarios en los que fueran realidad los
principios constucionales rectores de la función electoral: legalidad, imparcialidad, certeza, objevidad.
Gracias a ese enorme esfuerzo nacional la incerdumbre del resultado de cada elección es hoy una rea
lidad presente en cada proceso. Las frecuentes disonancias entre encuestas y resultados son una claro
ejemplo de esta nueva realidad. La alternancia en los gobiernos de todos los niveles (municipal, estatal
y federal) muestran que ningún grupo gobernante puede confiar en que ganará la siguiente elección.
Esa es la lógica que inspira el modelo mexicano. Gracias a la incerdumbre en los resultados y a la alter
nancia, los mecanismos de rendición de cuentas y de transparencia en el ejercicio del gasto público pue
den funcionar.
Hasta pocas semanas antes del inicio del proceso electoral los análisis polícos y electorales anunciaban
el fin de la incerdumbre. Práccamente se garanzaba que MORENA y sus aliados conservarían la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y conquistarían la mayoría de las gubernaturas en juego, así
como los congresos locales y los Ayuntamientos.
La campaña electoral sirvió para lo que debe servir y hoy los analistas ven un escenario totalmente nue
vo en el que la coalición opositora está en condiciones de arrebatarle la mayoría simple a MORENA en
la Cámara de Diputados y de ganar muchas más gubernaturas y cargos locales de los presupuestados.
Sin embargo, hoy vivimos una nueva amenaza para la democracia mexicana: la intención del Presidente
y de sus cuadros legislavos de convocar a un periodo extraordinario de sesiones para aprobar una
nueva Reforma Electoral cuyo objevo central es la destrucción del Instuto Nacional Electoral.
La amenaza de MORENA significa que están dispuestos a sumir la país en la total incerdumbre. Están
dispuestos a destruir instuciones que llevaron muchos años y cuanosos recursos construir y en las
que cona la mayoría del pueblo de México.
Esta amenaza se vuelve creíble cuando escuchamos un día sí y otro también, al Presidente López Obrador y a Mario Delgado fusgando al INE y a los Consejeros.
Cuando me pregunto porqué un Presidente que construyó su triunfo electoral sobre la instucionalidad
del INE y la aplicación de las reglas, pretende destruirlo, sólo encuentro una respuesta: Andrés Manuel
López Obrador está convencido de que no ganó la elección gracias a los millones de votos que emieron
los ciudadanos y que fueron contados y cuidados por ciudadanos. López Obrador está convencido de
que ganó su elección a pesar de los millones de ciudadanos que organizaron el proceso; que ganó la elec
ción porque México tuvo miedo de negarle el triunfo; que ganó la elección por perseverante y por haber
acumulado muchísimo poder.
Andrés Manuel López Obrador no necesita el INE, al contrario, le estorba porque garanza incerdumbre en los resultados. López Obrador quiere la certeza de que él ganará todas las elecciones en que par
cipe su proyecto, aunque suma a México en la más alta incerdumbre democráca.
Contra esa visión de México, en nuestra alianza electoral estamos llamando al pueblo de México a la de
fensa de la incerdumbre democráca para garanzar la cerdumbre como valor social y de sobreviven
cia nacional.
*Es politólogo y Maestro en Negociación por la Universidad Carlos III de Madrid, España.
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